Departamento de Humanidades UAM-AZC

Tema y Variaciones de Literatura 60.- Entre la literatura fantástica y el realismo mágico.

Información de la Publicación

  Publicación : Tema y Variaciones de Literatura
  Presentación : Carlos Gómez Carro, Enrique López Aguilar
  Titulo : 60.- Entre la literatura fantástica y el realismo mágico.

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 Resumen Presentación Dossier

De lo Fantástico


El concepto de “literatura fantástica” puede parecer, en principio, una redundancia: toda ficción es producto de la fantasía. De hecho, señalar que un relato es ficticio, ya es una declaración de principios: nada de lo que se lea es real, salvo la tinta, el papel donde están impresas esas líneas y, actualmente, las imágenes gráficas que se manifiestan en una pantalla. Esto que ahora se lee es parte de una ficción sostenida por la ilación de sólo palabras. ¿A qué nos referimos, entonces, cuando hablamos de literatura fantástica?

En la convocatoria de este número 60 de Tema y Variaciones de Literatura, llamábamos la atención de que un escritor del prestigio de Flaubert se propusiera desarrollar una técnica en la que el narrador de una obra desapareciera, se hiciera (como Dios) invisible, de modo que la historia contada adquiriera mayor verismo. Sus personajes se presentan directamente como el vecino de una mesa de cantina o en la tienda de modas. Así, a la provinciana (en la provincia francesa) Madame Bovary la advertimos como si pudiéramos asomarnos a su tocador y asistir a las penurias y resoluciones acerca de una vida soporífera que podría ser distinta, por más que esa aspiración fuese producto de las deliberaciones existenciales de su autor, más que de ella o de sus contemporáneos. El experimento del autor es también el de su heroína. Al poner los dilemas de Bovary en la vida de ella, Flaubert discernía acerca de la vida femenina que él imaginaba con otras aspiraciones, al punto de que en algún momento el escritor expresó: “Yo soy Madame Bovary”. El artificio fue efectivo, pues cundieron sus dilemas por toda Europa, Occidente y el mundo entero. Más tarde, Tolstoi haría lo mismo en su inolvidable Ana Karenina, en quien no quiso introducir su mentalidad, pero sí dejar libres sus anhelos, que en el conde eran más incertidumbres que certezas (se esposa registró, excitada: “está escribiendo acerca de una mujer adúltera”) y cuyo final pareciera castigar su libertad, quizá porque el conde no le podía dejar a sus personajes todas las libertades que podía, o porque dejaba que la mentalidad de su época se filtrara en su obra y la condenara. Como si contrariara el pacto inicial entre el escritor y el lector de que lo contado no es cierto, pero pudiera serlo. El desarrollo de la literatura, desde el XIX, ha tenido propósitos semejantes: crear mentiras verdaderas, nombres falsos o, incluso, verdaderos, a sabiendas de que lo narrado parece cierto, pero sólo lo parece.

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