Departamento de Humanidades UAM-AZC

Tema y Variaciones de Literatura 54.- Literatura Policial.

Información de la Publicación

  Publicación : Tema y Variaciones de Literatura
  Presentación : Tomás Bernal Alanís
Vicente Francisco Torres Medina
  Titulo : 54.- Literatura Policial.

Número completo

 Resumen Presentación Dossier

La literatura policiaca mexicana ha sido poco atendida. Con excepción de Ensayo de un crimen (1944), de Rodolfo Usigli, sus manifestaciones fueron clásicas, de enigma ajedrecístico. No sería sino hasta 1969, año en que aparece El complot mongol, cuando esta expresión narrativa comienza a verse con atención. Porque su autor, Rafael Bernal, funda la novela negra mexicana, que combina la solución de un problema con los señalamientos sociales.
Después de Rafael Bernal vinieron varios narradores policiales, como Paco Ignacio Taibo II y Juan Hernández Luna. Incluso vivimos un fenómeno que no es extraño en la literatura de otros ámbitos: autores destacados en la literatura sin adjetivos, incursionaron en el género y convirtieron el relato criminal en literatura artística: Jorge Ibargüengoitia, Vicente Leñero, Enrique Serna, Luis Arturo Ramos.
Llegó el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa y, desde el año 2006, convirtió al país en un matadero y a la vida política mexicana en un nido de ratas. Quiso poner a todos los grupos criminales bajo las órdenes del cártel de Sinaloa y, naturalmente, esta peregrina ocurrencia desató una escabechina de todos contra todos, tal como documentan los libros de la periodista Anabel Hernández.
Y como la literatura no es un epifenómeno de la realidad, sino parte de ella, surge la novela basada en los hechos del narcotráfico. Muy pronto fue conocida como narconovela y desató una guerra de lodo y de tinta porque, mientras sus autores querían destacarla, otros escritores y periodistas dijeron que eso no existía.
La narconovela nació sin saber lo que se estaba fundando.
Victor Hugo Rascón Banda escribió una novela con la experiencia de unas vacaciones en Chihuahua, su tierra natal. Pero Contrabando (Premio Juan Rulfo de Novela, 1991) no se publicó sino hasta la muerte de Rascón Banda (1998). Para ese entonces, Gonzalo Matré, prolífico autor siempre atento a las expresiones de la vida nacional, empieza a escribir una serie de novelas en donde el narcotráfico sirve de tema y tiene como protagonistas a policías, políticos, narcotraficantes, funcionarios y mujeres hermosas. Surgen entonces muchos autores interesados en contar lo que estaba pasando en el país: Juan José Rodríguez, Bernardo Fernández, Hilario Peña, Francisco Haghenbeck, Juan Pablo Villalobos, Yuri Herrera, Elmer Mendoza…
Pero la guerra de los narcotraficantes y políticos mexicanos no sólo propició el nacimiento de novelas y relatos. Un conjunto de cronistas y periodistas de investigación escribieron libros que, por su calidad, estaban muy cerca de la literatura. Anabel Hernández, Javier Valdés y Diego Enrique Osorno son ejemplos destacados. Y el fenómeno siguió de frente porque, en medio del baño de sangre que provocaron Felipe Calderón y sus secuaces, mismo del que no podemos salir, J. M. Servín y Bernardo Esquinca utilizaron la nota roja para escribir novelas, cuentos, crónicas y ensayos.
A grandes rasgos, este es el espectro que los trabajos aquí reunidos analizan. Son también una invitación a leer las obras que se han ocupado del crimen real y de los asesinos mexicanos de papel.

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